Christian Ferreyra: de árbitro por casualidad a dirigir su sexto clásico - EL PAÍS Uruguay
Por um escritor misterioso
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FÚTBOL URUGUAYO SILVIA PÉREZ "Los hombres podemos hacer más de una cosa a la vez, ¿viste? Podemos cocinar, hacer notas”, bromeó Christian Ferreyra, el juez del clásico quien preparaba unas moñitas y le daba la cena a su pequeño hijo Mateo mientras conversaba con Ovación. Ferreyra, considerado el mejor árbitro de la temporada pasada por la AUF, dirigirá su sexto clásico. El primero fue por la Copa Bimbo y los otros cuatro oficiales. En estos últimos ganaron dos cada uno. Mañana el internacional estará secundado por Santiago Fernández y Javier Castro, mientras Daniel Rodríguez será el cuarto árbitro. “Estoy muy contento, volver a la actividad después de tanto tiempo y que me hayan designado para el clásico demuestra la confianza que el Colegio me está dando”, dijo Christian, quien salvo en los dos últimos que dirigió siempre mandó futbolistas a las duchas antes de tiempo. “Es que los clásicos son partidos difíciles e importantes por la repercusión que tienen. Recuerdo los nervios y la ansiedad del primero. Hoy, con otra madurez, me manejo distinto, pero todos me han dejado enseñanzas y aprendizajes y eso ayuda a la experiencia para encarar el próximo. Más este que es un clásico atípico y que va a ser muy raro y novedoso para los jugadores y para nosotros”. El parate ha afectado a los futbolistas, que sienten la falta de ritmo y de distancia. Ferreyra sabe que habrá que tenerlo en cuenta, aunque eso no signifique que vaya a perdonarles nada. “Sabemos que la falta de fútbol puede ser causante de que se llegue tarde a alguna jugada en la que se dispute el balón y se pueda cometer una falta que merezca una sanción disciplinaria. Tenemos que estar atentos, en estas situaciones el trabajo en equipo va a ser muy importante, pero nosotros entramos a la cancha a sancionar en base a los que vemos y a lo que se dé en el juego. No porque se venga de un parate vamos a dejar pasar las cosas. Si hay que sacar una tarjeta en el minuto que sea y del color que sea, se va a sacar”. Los jueces también pueden sentir la falta de actividad. “Tenemos nuestra disciplina táctica dentro del campo de juego y tenemos que readaptarnos porque la automatización no va a ser la misma, pero creo que a medida que transcurra el partido nos vamos a ir sintiendo mejor”. Foto: Leonardo Mainé. Se sorprende ante la pregunta de qué hubiera sido de su vida si no le hubiera ido bien en el arbitraje. “Paaah, no sé. Nunca me lo cuestioné. Pero siempre me gustó estar vinculado al deporte y a los niños. En mi adolescencia trabajé para algún comedor y en una iglesia de la zona y me gustaba. Me gusta el trabajo social, me gusta ayudar. O quizás hubiera sido profesor de Educación Física”. Se crió en la Ciudad Vieja, en la calle Misiones y Piedras. Su madre trabajaba en la UTE y su padre en la Imprenta Nacional. “Fue una niñez hermosa. Tuve unos padres que se preocuparon por darnos una buena educación. Iba al colegio del Huerto, en San José y Julio Herrera, y jugaba al baby fútbol en el club Alas Rojas River en la Aduana. Los fines de semana, cuando no había tantos autos en el barrio, peloteábamos en la calle”, contó quien es el menor de tres hermanos y el más mimoso, sobre todo de su madre. Hizo los últimos años del baby en el Maeso y en los Exploradores de Artigas, donde fue campeón. “Es una linda etapa la del baby; te queda para toda la vida”. Después pasó por la séptima de Progreso, pero fue en Fénix que hizo todas las formativas. Y llegó a entrenar en el primer equipo de los de Capurro. Su técnico era Julio Penino. “No solo tiene buen ojo para el jugador de fútbol, sino que siempre hace prevalecer lo humano. Hoy es un amigo. Siempre nos decía que triunfar en la vida no significa levantar una copa, sino que pasa por otro tipo de cosas. Por formar una familia y ser una persona de bien”. Asegura que era un volante con actitud. “Era metedor, je”. Fue en Fénix y con Penino que le picó el bichito del arbitraje. “Estaba con pubalgia y no podía pegarle a la pelota. Un día había un amistoso en Capurro y faltaron los árbitros. Como yo sólo podía correr alrededor de la cancha, Julio me preguntó si me animaba a arbitrar”. Un tiempo después, jugando en el interior, en un cuadro de Minas, se anotó en el curso de árbitros. Y ahí comenzó todo. En cualquier carrera se viven buenos y malos momentos. La de Ferreyra no es la excepción. Pero no elige ningún partido internacional como lo mejor, sino el clásico del año pasado en el que entró con su hijito Mateo a la cancha. El niño, que había cumplido el año en el CTI tras una delicada operación, llevaba una camiseta que decía “soy hincha de papá”. Christian Ferreyra junto a su hijo Mateo. Foto: Gerardo Pérez. “Lo más lindo fue entrar al clásico de la mano de Mateo, que es la luz de mis ojos. Él está por encima de todo. Fue el gran gusto que me di. Y también el hecho de haber ascendido a internacional, viajar y conocer lugares que de no ser por el fútbol jamás hubiera conocido”. Mientras lo más duro que le sucedió en su carrera fue en 2015, cuando se rompió el tendón de Aquiles. “Estuve seis meses parado, rehabilitándome. Solo, porque no tuve ningún apoyo, ni monetario ni en ningún otro sentido. Salí adelante gracias a Walter Ferreira, quien me ayudó desinteresadamente. Me ayudó mucho no solo en la parte física, sino en la psicológica. Me alentaba, porque hubo momentos en que no podía ni bajarme de la cama por el dolor que tenía. No sé si hubiera superado esa situación sin él. Fueron meses muy duros en los que dudaba de si iba a poder volver a pisar una cancha de fútbol. Walter era una gran persona, que se interesaba de la misma manera por Luis Suárez o por una señora de 90 años. Lamentablemente ya no está entre nosotros, pero lo llevo en el corazón para siempre”. sus padres Conoció a Natalia, su esposa, en una fiesta de unos amigos en común. Los presentaron, conversaron y él le pidió el teléfono. Hoy llevan diez años juntos y son los felices padres de Mateo. “Ella es un pilar muy importante en mi carrera, porque como en toda profesión hay momentos lindos y momentos malos. Por suerte tengo una compañera que siempre supo estar y su apoyo es parte importante de mis logros”.
FÚTBOL URUGUAYO SILVIA PÉREZ Los hombres podemos hacer más de una cosa a la vez, ¿viste? Podemos cocinar, hacer notas”, bromeó Christian Ferreyra, el juez del clásico quien preparaba unas moñitas y le daba la cena a su pequeño hijo Mateo mientras conversaba con Ovación. Ferreyra, considerado el mejor árbitro de la temporada pasada por la AUF, dirigirá su sexto clásico. El primero fue por la Copa Bimbo y los otros cuatro oficiales. En estos últimos ganaron dos cada uno. Mañana el internacional estará secundado por Santiago Fernández y Javier Castro, mientras Daniel Rodríguez será el cuarto árbitro. “Estoy muy contento, volver a la actividad después de tanto tiempo y que me hayan designado para el clásico demuestra la confianza que el Colegio me está dando”, dijo Christian, quien salvo en los dos últimos que dirigió siempre mandó futbolistas a las duchas antes de tiempo. “Es que los clásicos son partidos difíciles e importantes por la repercusión que tienen. Recuerdo los nervios y la ansiedad del primero. Hoy, con otra madurez, me manejo distinto, pero todos me han dejado enseñanzas y aprendizajes y eso ayuda a la experiencia para encarar el próximo. Más este que es un clásico atípico y que va a ser muy raro y novedoso para los jugadores y para nosotros”. El parate ha afectado a los futbolistas, que sienten la falta de ritmo y de distancia. Ferreyra sabe que habrá que tenerlo en cuenta, aunque eso no signifique que vaya a perdonarles nada. “Sabemos que la falta de fútbol puede ser causante de que se llegue tarde a alguna jugada en la que se dispute el balón y se pueda cometer una falta que merezca una sanción disciplinaria. Tenemos que estar atentos, en estas situaciones el trabajo en equipo va a ser muy importante, pero nosotros entramos a la cancha a sancionar en base a los que vemos y a lo que se dé en el juego. No porque se venga de un parate vamos a dejar pasar las cosas. Si hay que sacar una tarjeta en el minuto que sea y del color que sea, se va a sacar”. Los jueces también pueden sentir la falta de actividad. “Tenemos nuestra disciplina táctica dentro del campo de juego y tenemos que readaptarnos porque la automatización no va a ser la misma, pero creo que a medida que transcurra el partido nos vamos a ir sintiendo mejor”. Foto: Leonardo Mainé. Se sorprende ante la pregunta de qué hubiera sido de su vida si no le hubiera ido bien en el arbitraje. “Paaah, no sé. Nunca me lo cuestioné. Pero siempre me gustó estar vinculado al deporte y a los niños. En mi adolescencia trabajé para algún comedor y en una iglesia de la zona y me gustaba. Me gusta el trabajo social, me gusta ayudar. O quizás hubiera sido profesor de Educación Física”. Se crió en la Ciudad Vieja, en la calle Misiones y Piedras. Su madre trabajaba en la UTE y su padre en la Imprenta Nacional. “Fue una niñez hermosa. Tuve unos padres que se preocuparon por darnos una buena educación. Iba al colegio del Huerto, en San José y Julio Herrera, y jugaba al baby fútbol en el club Alas Rojas River en la Aduana. Los fines de semana, cuando no había tantos autos en el barrio, peloteábamos en la calle”, contó quien es el menor de tres hermanos y el más mimoso, sobre todo de su madre. Hizo los últimos años del baby en el Maeso y en los Exploradores de Artigas, donde fue campeón. “Es una linda etapa la del baby; te queda para toda la vida”. Después pasó por la séptima de Progreso, pero fue en Fénix que hizo todas las formativas. Y llegó a entrenar en el primer equipo de los de Capurro. Su técnico era Julio Penino. “No solo tiene buen ojo para el jugador de fútbol, sino que siempre hace prevalecer lo humano. Hoy es un amigo. Siempre nos decía que triunfar en la vida no significa levantar una copa, sino que pasa por otro tipo de cosas. Por formar una familia y ser una persona de bien”. Asegura que era un volante con actitud. “Era metedor, je”. Fue en Fénix y con Penino que le picó el bichito del arbitraje. “Estaba con pubalgia y no podía pegarle a la pelota. Un día había un amistoso en Capurro y faltaron los árbitros. Como yo sólo podía correr alrededor de la cancha, Julio me preguntó si me animaba a arbitrar”. Un tiempo después, jugando en el interior, en un cuadro de Minas, se anotó en el curso de árbitros. Y ahí comenzó todo. En cualquier carrera se viven buenos y malos momentos. La de Ferreyra no es la excepción. Pero no elige ningún partido internacional como lo mejor, sino el clásico del año pasado en el que entró con su hijito Mateo a la cancha. El niño, que había cumplido el año en el CTI tras una delicada operación, llevaba una camiseta que decía “soy hincha de papá”. Christian Ferreyra junto a su hijo Mateo. Foto: Gerardo Pérez. “Lo más lindo fue entrar al clásico de la mano de Mateo, que es la luz de mis ojos. Él está por encima de todo. Fue el gran gusto que me di. Y también el hecho de haber ascendido a internacional, viajar y conocer lugares que de no ser por el fútbol jamás hubiera conocido”. Mientras lo más duro que le sucedió en su carrera fue en 2015, cuando se rompió el tendón de Aquiles. “Estuve seis meses parado, rehabilitándome. Solo, porque no tuve ningún apoyo, ni monetario ni en ningún otro sentido. Salí adelante gracias a Walter Ferreira, quien me ayudó desinteresadamente. Me ayudó mucho no solo en la parte física, sino en la psicológica. Me alentaba, porque hubo momentos en que no podía ni bajarme de la cama por el dolor que tenía. No sé si hubiera superado esa situación sin él. Fueron meses muy duros en los que dudaba de si iba a poder volver a pisar una cancha de fútbol. Walter era una gran persona, que se interesaba de la misma manera por Luis Suárez o por una señora de 90 años. Lamentablemente ya no está entre nosotros, pero lo llevo en el corazón para siempre”. sus padres Conoció a Natalia, su esposa, en una fiesta de unos amigos en común. Los presentaron, conversaron y él le pidió el teléfono. Hoy llevan diez años juntos y son los felices padres de Mateo. “Ella es un pilar muy importante en mi carrera, porque como en toda profesión hay momentos lindos y momentos malos. Por suerte tengo una compañera que siempre supo estar y su apoyo es parte importante de mis logros”.
FÚTBOL URUGUAYO SILVIA PÉREZ Los hombres podemos hacer más de una cosa a la vez, ¿viste? Podemos cocinar, hacer notas”, bromeó Christian Ferreyra, el juez del clásico quien preparaba unas moñitas y le daba la cena a su pequeño hijo Mateo mientras conversaba con Ovación. Ferreyra, considerado el mejor árbitro de la temporada pasada por la AUF, dirigirá su sexto clásico. El primero fue por la Copa Bimbo y los otros cuatro oficiales. En estos últimos ganaron dos cada uno. Mañana el internacional estará secundado por Santiago Fernández y Javier Castro, mientras Daniel Rodríguez será el cuarto árbitro. “Estoy muy contento, volver a la actividad después de tanto tiempo y que me hayan designado para el clásico demuestra la confianza que el Colegio me está dando”, dijo Christian, quien salvo en los dos últimos que dirigió siempre mandó futbolistas a las duchas antes de tiempo. “Es que los clásicos son partidos difíciles e importantes por la repercusión que tienen. Recuerdo los nervios y la ansiedad del primero. Hoy, con otra madurez, me manejo distinto, pero todos me han dejado enseñanzas y aprendizajes y eso ayuda a la experiencia para encarar el próximo. Más este que es un clásico atípico y que va a ser muy raro y novedoso para los jugadores y para nosotros”. El parate ha afectado a los futbolistas, que sienten la falta de ritmo y de distancia. Ferreyra sabe que habrá que tenerlo en cuenta, aunque eso no signifique que vaya a perdonarles nada. “Sabemos que la falta de fútbol puede ser causante de que se llegue tarde a alguna jugada en la que se dispute el balón y se pueda cometer una falta que merezca una sanción disciplinaria. Tenemos que estar atentos, en estas situaciones el trabajo en equipo va a ser muy importante, pero nosotros entramos a la cancha a sancionar en base a los que vemos y a lo que se dé en el juego. No porque se venga de un parate vamos a dejar pasar las cosas. Si hay que sacar una tarjeta en el minuto que sea y del color que sea, se va a sacar”. Los jueces también pueden sentir la falta de actividad. “Tenemos nuestra disciplina táctica dentro del campo de juego y tenemos que readaptarnos porque la automatización no va a ser la misma, pero creo que a medida que transcurra el partido nos vamos a ir sintiendo mejor”. Foto: Leonardo Mainé. Se sorprende ante la pregunta de qué hubiera sido de su vida si no le hubiera ido bien en el arbitraje. “Paaah, no sé. Nunca me lo cuestioné. Pero siempre me gustó estar vinculado al deporte y a los niños. En mi adolescencia trabajé para algún comedor y en una iglesia de la zona y me gustaba. Me gusta el trabajo social, me gusta ayudar. O quizás hubiera sido profesor de Educación Física”. Se crió en la Ciudad Vieja, en la calle Misiones y Piedras. Su madre trabajaba en la UTE y su padre en la Imprenta Nacional. “Fue una niñez hermosa. Tuve unos padres que se preocuparon por darnos una buena educación. Iba al colegio del Huerto, en San José y Julio Herrera, y jugaba al baby fútbol en el club Alas Rojas River en la Aduana. Los fines de semana, cuando no había tantos autos en el barrio, peloteábamos en la calle”, contó quien es el menor de tres hermanos y el más mimoso, sobre todo de su madre. Hizo los últimos años del baby en el Maeso y en los Exploradores de Artigas, donde fue campeón. “Es una linda etapa la del baby; te queda para toda la vida”. Después pasó por la séptima de Progreso, pero fue en Fénix que hizo todas las formativas. Y llegó a entrenar en el primer equipo de los de Capurro. Su técnico era Julio Penino. “No solo tiene buen ojo para el jugador de fútbol, sino que siempre hace prevalecer lo humano. Hoy es un amigo. Siempre nos decía que triunfar en la vida no significa levantar una copa, sino que pasa por otro tipo de cosas. Por formar una familia y ser una persona de bien”. Asegura que era un volante con actitud. “Era metedor, je”. Fue en Fénix y con Penino que le picó el bichito del arbitraje. “Estaba con pubalgia y no podía pegarle a la pelota. Un día había un amistoso en Capurro y faltaron los árbitros. Como yo sólo podía correr alrededor de la cancha, Julio me preguntó si me animaba a arbitrar”. Un tiempo después, jugando en el interior, en un cuadro de Minas, se anotó en el curso de árbitros. Y ahí comenzó todo. En cualquier carrera se viven buenos y malos momentos. La de Ferreyra no es la excepción. Pero no elige ningún partido internacional como lo mejor, sino el clásico del año pasado en el que entró con su hijito Mateo a la cancha. El niño, que había cumplido el año en el CTI tras una delicada operación, llevaba una camiseta que decía “soy hincha de papá”. Christian Ferreyra junto a su hijo Mateo. Foto: Gerardo Pérez. “Lo más lindo fue entrar al clásico de la mano de Mateo, que es la luz de mis ojos. Él está por encima de todo. Fue el gran gusto que me di. Y también el hecho de haber ascendido a internacional, viajar y conocer lugares que de no ser por el fútbol jamás hubiera conocido”. Mientras lo más duro que le sucedió en su carrera fue en 2015, cuando se rompió el tendón de Aquiles. “Estuve seis meses parado, rehabilitándome. Solo, porque no tuve ningún apoyo, ni monetario ni en ningún otro sentido. Salí adelante gracias a Walter Ferreira, quien me ayudó desinteresadamente. Me ayudó mucho no solo en la parte física, sino en la psicológica. Me alentaba, porque hubo momentos en que no podía ni bajarme de la cama por el dolor que tenía. No sé si hubiera superado esa situación sin él. Fueron meses muy duros en los que dudaba de si iba a poder volver a pisar una cancha de fútbol. Walter era una gran persona, que se interesaba de la misma manera por Luis Suárez o por una señora de 90 años. Lamentablemente ya no está entre nosotros, pero lo llevo en el corazón para siempre”. sus padres Conoció a Natalia, su esposa, en una fiesta de unos amigos en común. Los presentaron, conversaron y él le pidió el teléfono. Hoy llevan diez años juntos y son los felices padres de Mateo. “Ella es un pilar muy importante en mi carrera, porque como en toda profesión hay momentos lindos y momentos malos. Por suerte tengo una compañera que siempre supo estar y su apoyo es parte importante de mis logros”.
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